YUVAL HARARI Y SAPIENS:
CONOCER NUESTRO PASADO, ENTENDER
NUESTRO PRESENTE, AMENIZAR NUESTRO FUTURO
Yuval
Noah Harari nació en 1976 en Israel. Hijo de padres libaneses, se dedicó (y
dedica) a estudiar y enseñar historia medieval y militar en la Universidad
Hebrea de Jerusalén. También es conocido por brindar charlas TED y por escribir
libros y ensayos de divulgación científica. Uno de esos ensayos se titula -en
Latinoamérica- Sapiens. De animales a
dioses: Una breve historia de la humanidad (2011), el cual propone como
objetivo general plantearse los grandes enigmas humanos y poder responderlos científicamente.
Es por eso que en dicha obra Harari nos lleva en su máquina del tiempo al principio,
cuando el ser humano aparece como tal, como de manera científica se lo conoce: homo sapiens. Setenta mil años nos
separan de ese principio y desde aquel momento hasta hoy surgieron infinidades
de cambios que algunos gustan llamar evolución. Así mismo, millones de
preguntas: ¿fue positiva esa evolución para este mundo y sus especies? ¿Y para
nosotros? ¿Qué cambios aparentemente buenos no lo fueron tanto? ¿Cuál o cuáles
son los enigmas de nuestra supervivencia a lo largo de millares de años? ¿Somos
hoy más felices que hace miles de años atrás? ¿Qué nos depara el futuro?
Algunas
preguntas pueden ser respondidas (o mejor dicho científicamente parecen
responderse), muchas no. Harari intenta responderlas dividiendo su ensayo en
cuatro grandes partes: “La revolución cognitiva”, “La revolución agrícola”, “La
unificación de la humanidad”, “La revolución científica”; como una línea del
tiempo. Cada parte está compuesta por capítulos titulados creativamente, cuyos
contenidos pueden ser comprendidos por cualquier persona adulta y hasta
adolescente.
Lo
curioso de este libro es que su autor, más allá del objetivismo científico utilizado
para narrarlo, lo entinta con un subjetivismo moralista sobre el ser humano el
cual en su mayoría tiende a ser negativo y autocrítico hacia nosotros como
especie. Especie egocentrista, que desde sus albores fue conquistando este
mundo arrasando con otras especies y medioambientes, vivenciando y siendo causa
de revoluciones que pueden haber sido contraproducentes: el cambio de hábitos
de la caza y recolección hacia el sedentarismo agricultor, atrajo consigo más
enfermedades que curas; el materialismo industrial, necesidades irreales; el
dinero, intereses codiciosos; el poder, desamparo, desigualdad e injusticia. Estos
trances son solo una pequeña parte de un enorme corral de ejemplos.
A
pesar de esto, espero no asustarlos, porque sabemos muy bien que muchas veces la verdad
incomoda, pero desde un principio el ensayo es más que interesante y, mejor aún -aunque hayan lapsos densos cargados de datos y algo de historia (para muchas
personas estos tópicos consiguen ser irritantes)- Harari puede explicar y hacer
entender lo complicado de manera fácil, con trazos narrativos muy llevaderos,
simples, a veces divertidos y compuestos de moralejas de vida. Y aquí es,
entonces, donde se encuentra la clave de su éxito mundial. Como médico que
cuenta a su paciente con lenguaje cotidiano la enfermedad que el pobre padece, nuestro autor israelí nos comunica de un modo simple y locuaz las grandes teorías científicas,
sociológicas y antropológicas de nuestro mundo. La evolución del hombre no es
cosa sencilla, y por suerte Harari nos insiste a subirnos al tren que recopila
nuestra historia y nos hace pasar vagón por vagón de manera muy práctica y
didáctica.
Pero
muy bien, ¿cuál es la gran premisa postulada en su ensayo? ¿Qué es lo que
intenta comprobar con todo este revuelo de idas y vueltas temporales? Aparte de
analizar y criticar -para bien o para mal- las distintas revoluciones humanas, esto es lo que él responde en
entrevistas encontradas en la web:
Los
seres humanos controlamos el mundo porque podemos colaborar en números muy
grandes de personas (miles, millones y hasta incluso billones). Es lo que nos diferencia
con el resto de los animales, quiénes en general no lo pueden hacer (los
chimpancés, por ejemplo, pueden colaborar en sociedad con un número máximo de
solo sesenta de ellos). Y ¿cómo homo sapiens llegó a lograr eso? La respuesta
parece ser a través de la imaginación que permite crear historias de ficción: si
todos creen en la misma ficción permitirá que perfectos extraños cooperen.
Estas
ficciones son las que nos hace únicos y se ven reflejadas en los mitos, las
religiones, el dinero y hasta en la economía, por nombrar algunos ejemplos. Por
eso, lo que hoy somos se lo debemos a nuestra revolución cognitiva, a nuestro
desarrollo cerebral que hizo que seamos grandes narradores. Ese fue un gran
puntapié para acelerar todas las demás revoluciones y cambios.
Interesante,
¿no? Bueno, en adición, a figuras famosas como Bill Gates y Mark Zuckerberg les
resultó ser un libro maravilloso, es por eso que Gates lo incluyó en su lista
de cinco libros a leer del año 2016 y Zuckerberg hizo lo propio incluyéndolo en
su “club de lectura”. Seguramente esto consiguió ser un enorme viento en popa
para que el libro de Harari navegue por aguas dulces, y como simple mortal y
lector opino que no fue con un sentido marketinero,
sobre todo por lo que argumenté anteriormente.
Ya
es una gran apuesta contar de manera clara y ordenada nuestro pasado y
presente, pero sin dudas tratar de anticipar nuestro futuro como humanidad
ofreciendo lógicas bien pensadas y fundamentadas es algo también muy notable.
Si bien sea un tema a desarrollar en su posterior libro -Homo Deus: breve historia del mañana (2015)- sobre el final del
libro en cuestión hay indicios de lo que posiblemente nos deparará el futuro.
Sobre esto dejaré que los lectores venideros indaguen por su propia cuenta.
En
fin, de nada sirve que siga resumiendo y explicando esta gran obra. Lo único
que puedo hacer es recomendarla para que cada lector pueda llegar a sus íntimas
conclusiones y tengo el pálpito de que serán bastante parecidas a las aquí
escritas. Sí puedo decir, por último, que leer este ensayo hace abrir filosófica y
científicamente nuestras mentes, dejando de estar encerrados como ovejas en
nuestra cotidianeidad y continuar cuestionando subjetivamente nuestra
existencia, nuestras acciones, nuestra felicidad y, por qué no, tratar de
responder a la pregunta ¿realmente estamos dejando un ameno porvenir a nuestras
futuras generaciones?