lunes, 3 de agosto de 2020

Las bicicletas

La mañana, pacífica, con aires y retoños y algunas hojas secas que vuelan, luego ruedan. De marzo, caluroso, la gente de pantalones largos que merodea; hay quienes están perdidos, hay quienes sonríen sin estar contentas, otros se apuran, otras casi no lloran. Nos vamos, venimos, un “te amo”, un “avisame, estoy siempre”, “cuidate”.    

La tarde, arde. Las salidas escolares, murmullo juvenil y vuelta a casa. Las bicicletas, quietas, en el bicicletero. La roja, la azul, la verde, otra roja, la de Clarita. Ahora ella, animada, pedalea y el parque de amarillo le habla susurrando. Sonríe, sueña a gritos, en los árboles ve monitos y unicornios y casitas de madera. En la gramilla acostada al sol, juega con las hormiguitas, les habla y contestan, ríe de sus bromas. Las zapatillitas blancas, se vuelven verde amarronadas. “Mamá se va a enojar”, piensa. Sin embargo, tanto no preocupa. Persigue una mariposa a toda velocidad, ansia de despegar y sentir otras brisas con ella, voladora anaranjada, curiosa y fugaz vida.

Hay personas y personas.

La noche, fría, negra. De marzo. Venimos, volvemos. El cansancio. La duda, el misterio. Los gritos son llantos. El silencio. Las bicicletas en el bicicletero. La roja, la azul, la verde y otra roja.


miércoles, 23 de enero de 2019

Tarde en el río


Me encuentro a la vera de un río escondido entre las montañas precordilleranas, una tarde de verano sin viento, pero con brisa. Brisa pacífica y endeble que por suerte me permite, mientras sonrío, hacer danzar a la mosca con anzuelo amarrada a la fina tanza de mi caña.  Danza hermosa, del ir y venir, del llegar y volver. Luego del último empujón observo como la ninfa, en cámara lenta, proyecta su recorrido hasta el veril opuesto, cuando aterriza para no descansar, sino para dejarse llevar por la corriente, seducir una arcoíris o una marrón, amigarse tanto que a esta última no le quede más remedio que abrazarla con la boca.

Mientras, no dejo de mirar mi alrededor. No dejo de escuchar los susurros del agua en movimiento -aunque sus secretos sean impredecibles-, de sorprenderme con las destrezas de los pájaros, que a gran velocidad rozan con su pico la superficie del río y vuelven a levantar vuelo, o disfrutar el sereno navegar de la familia de cauquenes, cruzando las corrientes como si fueran jardines. Las antiguas montañas hacen darme cuenta de lo diminuto que soy, aunque con melancolía admiten la añoranza de querer conocer el mar y otros paisajes.

Me sorprendo con el grito de la ninfa. Grita y tironea con fuerza extrema, pareciera que la amistad con la marrón o la arcoíris fue fugaz. La ayudo como puedo, quisiera conocer a su (ex) amiga cuanto antes y entonces tiro hacia atrás la caña, buscando que se canse, no es fácil, pero es divertido, pero tengo miedo a perderla. Y allí está, ahora a la vera de mis pies. Separo a las enemistadas, fue solo un momento. La contemplo para luego despedirla. Siento su escamosa piel discurrir de nuevo hacia los secretos impredecibles.



domingo, 8 de octubre de 2017

Reseña de "Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad"

YUVAL HARARI Y SAPIENS:
CONOCER NUESTRO PASADO, ENTENDER NUESTRO PRESENTE, AMENIZAR NUESTRO FUTURO

Yuval Noah Harari nació en 1976 en Israel. Hijo de padres libaneses, se dedicó (y dedica) a estudiar y enseñar historia medieval y militar en la Universidad Hebrea de Jerusalén. También es conocido por brindar charlas TED y por escribir libros y ensayos de divulgación científica. Uno de esos ensayos se titula -en Latinoamérica- Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad (2011), el cual propone como objetivo general plantearse los grandes enigmas humanos y poder responderlos científicamente. Es por eso que en dicha obra Harari nos lleva en su máquina del tiempo al principio, cuando el ser humano aparece como tal, como de manera científica se lo conoce: homo sapiens. Setenta mil años nos separan de ese principio y desde aquel momento hasta hoy surgieron infinidades de cambios que algunos gustan llamar evolución. Así mismo, millones de preguntas: ¿fue positiva esa evolución para este mundo y sus especies? ¿Y para nosotros? ¿Qué cambios aparentemente buenos no lo fueron tanto? ¿Cuál o cuáles son los enigmas de nuestra supervivencia a lo largo de millares de años? ¿Somos hoy más felices que hace miles de años atrás? ¿Qué nos depara el futuro?

Algunas preguntas pueden ser respondidas (o mejor dicho científicamente parecen responderse), muchas no. Harari intenta responderlas dividiendo su ensayo en cuatro grandes partes: “La revolución cognitiva”, “La revolución agrícola”, “La unificación de la humanidad”, “La revolución científica”; como una línea del tiempo. Cada parte está compuesta por capítulos titulados creativamente, cuyos contenidos pueden ser comprendidos por cualquier persona adulta y hasta adolescente.

Lo curioso de este libro es que su autor, más allá del objetivismo científico utilizado para narrarlo, lo entinta con un subjetivismo moralista sobre el ser humano el cual en su mayoría tiende a ser negativo y autocrítico hacia nosotros como especie. Especie egocentrista, que desde sus albores fue conquistando este mundo arrasando con otras especies y medioambientes, vivenciando y siendo causa de revoluciones que pueden haber sido contraproducentes: el cambio de hábitos de la caza y recolección hacia el sedentarismo agricultor, atrajo consigo más enfermedades que curas; el materialismo industrial, necesidades irreales; el dinero, intereses codiciosos; el poder, desamparo, desigualdad e injusticia. Estos trances son solo una pequeña parte de un enorme corral de ejemplos.

A pesar de esto, espero no asustarlos, porque sabemos muy bien que muchas veces la verdad incomoda, pero desde un principio el ensayo es más que interesante y, mejor aún -aunque hayan lapsos densos cargados de datos y algo de historia (para muchas personas estos tópicos consiguen ser irritantes)- Harari puede explicar y hacer entender lo complicado de manera fácil, con trazos narrativos muy llevaderos, simples, a veces divertidos y compuestos de moralejas de vida. Y aquí es, entonces, donde se encuentra la clave de su éxito mundial. Como médico que cuenta a su paciente con lenguaje cotidiano la enfermedad que el pobre padece, nuestro autor israelí nos comunica de un modo simple y locuaz las grandes teorías científicas, sociológicas y antropológicas de nuestro mundo. La evolución del hombre no es cosa sencilla, y por suerte Harari nos insiste a subirnos al tren que recopila nuestra historia y nos hace pasar vagón por vagón de manera muy práctica y didáctica.

Pero muy bien, ¿cuál es la gran premisa postulada en su ensayo? ¿Qué es lo que intenta comprobar con todo este revuelo de idas y vueltas temporales? Aparte de analizar y criticar -para bien o para mal- las distintas revoluciones humanas, esto es lo que él responde en entrevistas encontradas en la web:

Los seres humanos controlamos el mundo porque podemos colaborar en números muy grandes de personas (miles, millones y hasta incluso billones). Es lo que nos diferencia con el resto de los animales, quiénes en general no lo pueden hacer (los chimpancés, por ejemplo, pueden colaborar en sociedad con un número máximo de solo sesenta de ellos). Y ¿cómo homo sapiens llegó a lograr eso? La respuesta parece ser a través de la imaginación que permite crear historias de ficción: si todos creen en la misma ficción permitirá que perfectos extraños cooperen.[1]
Estas ficciones son las que nos hace únicos y se ven reflejadas en los mitos, las religiones, el dinero y hasta en la economía, por nombrar algunos ejemplos. Por eso, lo que hoy somos se lo debemos a nuestra revolución cognitiva, a nuestro desarrollo cerebral que hizo que seamos grandes narradores. Ese fue un gran puntapié para acelerar todas las demás revoluciones y cambios.

Interesante, ¿no? Bueno, en adición, a figuras famosas como Bill Gates y Mark Zuckerberg les resultó ser un libro maravilloso, es por eso que Gates lo incluyó en su lista de cinco libros a leer del año 2016 y Zuckerberg hizo lo propio incluyéndolo en su “club de lectura”. Seguramente esto consiguió ser un enorme viento en popa para que el libro de Harari navegue por aguas dulces, y como simple mortal y lector opino que no fue con un sentido marketinero, sobre todo por lo que argumenté anteriormente.

Ya es una gran apuesta contar de manera clara y ordenada nuestro pasado y presente, pero sin dudas tratar de anticipar nuestro futuro como humanidad ofreciendo lógicas bien pensadas y fundamentadas es algo también muy notable. Si bien sea un tema a desarrollar en su posterior libro -Homo Deus: breve historia del mañana (2015)- sobre el final del libro en cuestión hay indicios de lo que posiblemente nos deparará el futuro. Sobre esto dejaré que los lectores venideros indaguen por su propia cuenta.

En fin, de nada sirve que siga resumiendo y explicando esta gran obra. Lo único que puedo hacer es recomendarla para que cada lector pueda llegar a sus íntimas conclusiones y tengo el pálpito de que serán bastante parecidas a las aquí escritas. Sí puedo decir, por último, que leer este ensayo hace abrir filosófica y científicamente nuestras mentes, dejando de estar encerrados como ovejas en nuestra cotidianeidad y continuar cuestionando subjetivamente nuestra existencia, nuestras acciones, nuestra felicidad y, por qué no, tratar de responder a la pregunta ¿realmente estamos dejando un ameno porvenir a nuestras futuras generaciones?





[1] Harari. (15 de Agosto de 2017). mdz. Obtenido de mdzol: http://www.mdzol.com/video/749623-harari-y-los-porque-del-exito-del-chisme-en-las-redes-sociales/

martes, 19 de septiembre de 2017

Algún día

Y si el fuego algún día nos dice, 
cómo sembrar raíces,
será el momento indicado,
será que seremos felices.

viernes, 21 de julio de 2017

ESPEJISMO VESPERTINO

Un espejismo vespertino-
sensible a ojos adormecidos-
(de su mente paralela,
que al mundo cayó perpendicular,
empero hoy horizontal),
dio a luz una línea alba,
nacarada de comienzo,
con siniestro desenlace,
¿amor, arte o fantasía?
No tan oscuro todavía.

Pero la sombra no abandona,
sigue en pie, no perdona,
acecha el azabache,
la penumbra al fin secuestra.

Un haz fugaz divisa,
a pasos pocos, idealiza,
como fuego, enciende imagen,
formas, colores y sonidos.

Y así gira en la vitrola,
Melancólica melodía.
El ser extraviado,
no comprende y suspira,
 brisas interrogantes,
¿a este lugar había venido antes?

Entonces ve a esa dama,
con la cara borroneada,
enamorado, sin dudas,
acercase, con ansias.
Toma su mano, su cintura,
danza una pieza, dulce armonía.

Eterno ruedo del amor,
que rodando con las sábanas,
a punto de besar la nada,
lo despierta la mañana.

domingo, 9 de julio de 2017

LIBRE AL VIDRIO

El juego era intenso y solo apto para mentes frías. Aquellas capaces de imaginar en milésimas de segundos una notable maniobra que descoloque la mandíbula y corte la inspiración de cualquier espectador sentado en las azules gradas de madera, acomodadas debajo del techo de chapa en forma de arco del galpón-cancha del Club Napostá. En Avenida Alem al 300 se respiraba, inhalando hielo y exhalando vapor de agua, un ejemplo de buen básquet barrial. Era julio y los jóvenes sentíanse vigorosos pese al aire congelado. Sus pieles asimilaban como un corte filoso casi cualquier contacto ocurrente en ese juego de a ratos brusco. Ese juego. Estrictamente estadístico, que no mira de manera amistosa los errores no forzados, el ingrato desencuentro del esférico con aquél redondel por momentos psicológicamente hostil.
La violenta falta producida por parte del jugador número ocho rival al catorce cuando éste estaba atrapando un rebote (como quien esté por perder la vida si no lo hace), lo dejó severamente mareado y dolorido por aquellas entrometidas falanges que usurparon frenéticamente sus, ahora, irritados ojos. Magna era su impotencia y malestar en ese instante, sumado a que ni siquiera recibió disculpa alguna de su agresor. Inclinado hacia adelante y con las manos apoyadas en las rodillas, Catorce intentaba separar los párpados pero le resultaba desesperadamente imposible. Tampoco el mareo parecía disiparse. 
Fue la quinta falta del equipo rival, así que a Napostá le correspondían dos tiros libres de los cuales Catorce se haría dueño. Debía hacerse dueño aunque por dentro sentía que era incapaz, por el vértigo, el dolor y la reciente fotofobia experimentada al notarse la clara incomodidad al ojear las luces del estadio, incluso cuando no lo hacía directamente. ¿Cómo haría para lanzar el balón en esa penosa situación?
No podía fallar. No señor. Y menos con lo parejo que estaba el partido, y menos porque tenían que ganar, menos aún por esa vil palabra: estadística. 
Se dirigió tambaleante a la línea de tiros libres. Sudaba hielo. Era un escalofrío viviente. Temblaba y maldecía hacia sus adentros. Las incontables miradas expectantes se clavaban como agujas en su orgullo, en su confianza. Nada era bueno y nada mejoraba. Sus ojos chorreaban melancolía y estaba seguro que sangre. No se le escapaba de la mente esa arpía palabra y la vergüenza que podía generar un desenlace desfavorable.
El árbitro le pasó la pelota dando no sólo permiso sino también la orden para lanzar; notó que ésta no era la misma con la que venía jugando, se palpaba diferente y pese a la cercanía le costaba verla. Lo mismo pasaba con el aro. Lo mismo a él, Catorce ya no era el mismo. Catorce pasó a odiar y temer lo que amaba desde que era un niño. Catorce quería llorar, pero quién le ayudaría si nadie entendería que estaba desahuciado. Catorce deseó nunca haber nacido. Catorce erró el primer simple.

Y todos mudos.

Qué estarán pensando, pensó; si es que pensaba. No había excusa que valga. Había tirado a la basura el papel más importante de su vida basquetbolística. Ese cuyo primer capítulo titulaba "estadísticas y porcentajes". El primordial.
De pronto escuchó el abrir y cerrar de la enchapada puerta azul que ofrece ingreso al galpón, y ella entró. Él no dudó su presencia porque a quién se ama no precisa verse cuando puede sentirse. Ella debió observarlo herido y lagrimeando. Débil y extraviado.  A diferencia de mejorar empeoraron aún más las cosas, se iban a pique. El barco se hundía. Nunca iba a ser el mismo, nunca podría superarlo, no había retorno. Comprendió ahora que tanto el partido como ella se escapaban igual que agua por los dedos. Catorce había errado el segundo simple antes de lanzarlo y el juego ya no le concernía. Había perdido el control de su vida y su felicidad. La vergüenza lo encerraba en jaque. Ya no veía más allá de su nariz. No veía a nadie, ni nada. De su borrosa mirada alcanzaba a rescatar un minúsculo reflejo de luz artificial sobre el acrílico, no más que eso. El juez se estaba impacientando, Ocho reía a carcajadas y el tiempo cual guardia ya tenía listas las esposas. Técnica de tiro y el cuero inflado despegó tímido hacia algún lado. Catorce quedó con los brazos en alto como ladrón descubierto in fraganti. Nunca más los bajó. Espectadores boquiabiertos, ella ya se habría olvidado, Catorce y el nudo en la garganta, Catorce sin memoria ni recuerdos, Catorce y el vacío a sus espaldas; al fin de cuentas era sólo un número, uno muy ingrato, aquél que según la estadística marca cero de dos en libres. Porque escuchó el golpe en el vidrio y no oyó nada más; nada más luego del portazo con ruido a chapa de un amor que nunca fue.

20/06/16


miércoles, 5 de julio de 2017

Bienvenida, mía.

Siendo un miércoles gris de julio, qué mejor día para comenzar. Los árboles deshojados ya no tapan tanto el cielo plomizo, como fácilmente detrás de la ventana y desde el escritorio puedo darme cuenta, mientras de fondo sonando está Caracas, el nuevo disco de la banda platense Pérez...

Muchos saben cosas de mí: que me gusta bastante el fútbol, mucho la música y toco un poco la guitarra, entre otras. Sin embargo, quizás, pocos que me atrae y atrapa la literatura y escribir de cuando en vez, si la imaginación lo anhela. Y esto último no es una actividad hoy por hoy amarrada a mí tan religiosamente, es por eso que mediante este blog me gustaría empezar a hacerlo. Animarme a entrar a ese mundo, a ese plano tan especial, tan esencial.

No tengo en claro qué ni cómo, desvariar calculo que será por el momento, hasta que solito enganche, o no, algún rumbo. Eso es lo singular y maravilloso de todo esto. Escritos, pensamientos, poesías, cuentos, canciones y hasta entrevistas se podrán encontrar aquí, "En el nombre del ser... y tu nombre".

Si estoy acá, sin duda se lo debo a muchas personas y también a mí. Esto era algo que me venía debiendo...

FRANCO BERARDI